La Enfermedad de Alzheimer es el síndrome demencial más frecuente en la población adulta, que provoca deficiencias en la memoria y otros dominios cognitivos, de manera progresiva. Genera discapacidad y muerte prematura.
Se trata de un desorden neurodegenerativo progresivo, diagnosticado con mayor frecuencia a partir de los 60-65 años, aunque se estima que el deterioro puede haber comenzado 15 o 20 años antes de la aparición de los primeros síntomas. Aumenta exponencialemente con el avance de la edad. Se estima que se duplica el riesgo de padecer esta enfermedad cada 5 años a partir de los 60-65 años.
Estudios realizados en EEUU indican que 1 de cada 9 personas sufre Enfermedad de Alzheimer.
La enfermedad afecta a 44 millones de personas en todo el mundo. Actualmente no hay ningún fármaco que pueda curar, detener o incluso ralentizar la progresión de la enfermedad.
Antes de llegar a la primera consulta médica, la persona padece indicios de problemas de memoria, generalmente entendidos como olvidos cotidianos, relativamente llamativos, y que no son suficientemente relevantes como para perjudicar la independencia funcional.
A este cuadro se lo denomina «queja subjetiva«, que es la percepción personal de que se ha perdido cierta capacidad de memoria y se han incrementado las dificultades para el aprendizaje, pero que no es detectable en las pruebas neuropsicológicas objetivas. Es decir, que si en este momento la persona consulta, obtendría resultados dentro del promedio normal en las pruebas neuropsicológicas.
En estadíos un poco más avanzados, las evaluaciones pueden detectar lo que se denomina: Déficit Cognitivo Mínimo. Pimeros indicios objetivos de deficiencias cognitivas.
Así mismo, un porcentaje muy importante de personas con DCL serán diagnosticados posteriormente con Enfermedad de Alzheimer.
El nivel alcanzado de Reserva Cerebral y Reserva Cognitiva provoca una importante variabilidad interindividual en la aparición, curso y magnitud del impacto de la enfermedad, tanto por lo preservado como por lo afectado.
Las experiencias personales enriquecedoras, el desarrollo laboral y el nivel de instrucción alcanzado, correlacionan con la capacidad cerebral y cognitiva de resistir el avance de la Enfermedad de Alzheimer.
Según el Modelo de Compensación, la Enfermedad de Alzheimer no evoluciona de manera ordenada, sino que se produce una distribución de la patología celular, contrabalanceado por la incidencia de mecanismos compensatorios, hasta un punto crítico, en el cual las lesiones acumulativas se han incrementado tanto que la reserva cerebral y la reserva cognitiva no pueden sostener la funcionalidad dentro de parámetros normales.
Cuanto más avanzado esté el cuadro, se observan menos de estas diferencias interindividuales.
Fisiopatología de la Enfermedad de Alzheimer:
La Enfermedad de Alzheimer se caracteriza por la presencia de dos tipos de signos neuropatológicos: placas extracelulares que consiste en β-péptidos amiloides y enredos neurofibrilares intracelulares de proteínas tau hiperfosforiladas.
El deterioro cognitivo y el deterioro cerebral no siempre avanzan en la misma velocidad:
Los déficits cognitivos generalmente pueden ser evaluados antes de la observación de deterioro cerebral observado a través de estudios de neuroimágenes.
Esto depende de la variabilidad individual.
Mecanismos de compensación (por reserva cognitiva) pueden sostener las habilidades cognitivas dentro de parámetros normales (retrasando el impacto de la enfermedad) aunque ya haya empezado el proceso de deterioro de las estructuras cerebrales.
Se observan múltiples alteraciones neuroquímicas, con efectos de neuroinflamación.
- La disfunción colinérgica se relaciona con la desconexión córtico subcortical implicado en el cuadro hipomnésico.
- El desequilibrio de las aminas biógenas (adrenalina, dopamina, noradrenalina, y serotonina) se relaciona con los trastornos conductuales.
- Las alteraciones glutamatérgicas y peptidérgicas se relacionan con la desconexión córtico-cortical y el síndrome afásico, las apraxias y las agnosias.
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3935395/
Sobrevida general:
Sintomatología:
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Pérdida progresiva de la Memoria:
La pérdida de la capacidad para recordar comienza de manera insidiosa, y generalmente es interpretado como “normal”, como parte del envejecimiento, o de las características de su personalidad, principalmente durante los primeros años del comienzo de la enfermedad.
La persona olvida mensajes, citas, extravía objetos dentro de su hogar, olvida donde guarda el dinero.
Durante los estadios Leve a Moderado, el déficit en los procesos de memoria declarativa (memoria episódica y semántica) afectará gradualmente la seguridad en la independencia funcional. Es decir, los problemas de memoria avanzarán perjudicando el desempeño laboral o cotidiano.
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Afectación gradual de la independencia funcional:
La capacidad de realizar actividades de autocuidado, (desde el aseo personal, el control de horarios y dosis de medicaciones, control de las finanzas personales, realizar trámites, o desempeñarse laboralmente) de manera independiente, se denomina independencia funcional.
El deterioro de las capacidades de memoria atentan directamente contra la posibilidad de controlar de manera personal, sin necesidad de ayuda externa, las funciones mencionadas.
La independencia funcional en los estadios avanzados se encuentra profundamente comprometida, porque la persona no será capaz de controlar la medicación, la propia alimentación o hidratación, y otras actividades necesarias para el cuidado personal.
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Desorientación temporal o espacial:
Con el avance de la enfermedad, la incapacidad para actualizar la información (recordar los nuevos acontecimientos de manera adecuada) provoca diferentes grados de desorientación temporal (principalmente, debido a que se trata de variables que cambian constantemente), y desorientación espacial.
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Pérdida progresiva de la comunicación verbal:
La disminución de la capacidad comunicativa puede ser evaluada al inicio de la enfermedad a través de las pruebas de Fluencia Verbal (semántica y fonológica)
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Síntomas neuropsiquiátricos:
Alteraciones en la estabilidad anímica y en el comportamiento. Generalmente se observa desinhibición, apatía, indiferencia, egocentrismo.
- Ansiedad
- Depresión
- Delirios
- Ideación paranoide
- Alucinaciones
- Comportamiento agresivo
- Trastornos afectivos
- Cambios en el apetito
- Alteraciones del sueño
- Trastornos psicomotores
Al inicio de la enfermedad los síntomas más comunes son la Depresión, los delirios, la ideación paranoide y la agresividad.
En los estadios más avanzados, la persona puede sufrir episodios, más o menos prolongados, de desorientación y confusión graves, como por ejemplo pensar que “esta casa no es mi casa”, desconocer al esposo, o esposa, o confundir a hijos u otras personas con familiares fallecidos.
Factores de riesgo:
- Edad: Se trata del factor de riesgo que más correlaciona con la aparición de la enfermedad.
- Sexo: Varios estudios observan que la mujer presenta mayor riesgo para padecer de la Enfermedad de Alzheimer
- Educación: El nivel de instrucción correlaciona con la Reserva Cognitiva. Por lo tanto, cuanto más alto sea el nivelo de instrucción alcanzado, se observa mayor probabilidad de soportar el inicio y el progreso del deterioro que ocasiona la Enfermedad de Alzheimer.
- Antecedentes Familiares: La presencia de parientes de directos con Enfermedad de Alzheimer incrementa por 4 el riesgo de padecerla. Se han reportado numerosas familias con un patrón de herencia autosómico dominante con una penetrancia aparente del 100%.
Diagnóstico Diferencial
Demencia Vascular
Demencia Vascular
Demencia por causa Tóxica
Demencia por causa Tóxica
Endocrinopatías
Endocrinopatías
Hidrocefalia
Hidrocefalia
Síndrome de Korsakoff
Síndrome de Korsakoff
Diagnóstico principal:
Detectar la enfermedad en el período pre-sintomático es importantísimo, porque existen drogas antipatogénicas que favorecen el retraso del desarrollo de la enfermedad.
Estudios necesarios para la confirmación del diagnóstico:
- Genéticos
- Volumetría cerebral: Estudios de neuroimagen estructural que permiten valorar la cantidad de tejido cerebral perdido a causa de la enfermedad.
- Evaluación Neuropsicológica: Pruebas de memoria episódica, semántica, de fluencia verbal, visuoconstrucción, pruebas de atención-concentración y lenguaje. Necesitamos valorar los déficits cognitivos presentes. Principalmente observar la magnitud del déficit en los procesos de memoria y aprendizaje, y la valoración de otro u otros déficits cognitivos.
El déficit debe ser valorado a través de la comparación de resultados obtenidos en las pruebas neuropsicológicas específicas con baremos poblacionales estadísticos, más la evaluación cualitativa.
La evaluación rápida, general, y más sencilla para la detección de posibles alteraciones cognitivas es el Mini Mental Test. Se trata de una prueba muy simple de administrar, que incluye preguntas y tareas que cualquier persona sin deficit cognitivo debería poder realizar.
- Putnuación máxima: 30.
- Mínimo esperado en personas escolarizadas: 28
- Mínimo esperado en personas analfabetas: 26-27
En cualquier caso, obtener menos de 25 puntos puede ser suficiente para recomendar una Evaluación Neurocológica, a fin de valorar en profundidad las causas posibles y la magnitud real del déficit cognitivo.
Descarga del Mini Mental Test (de Folstein): http://www.neuropsicol.org/Protocol/mmse30.pdf
BIBLIOGRAFÍA:
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